martes, 27 de abril de 2010

Al obetener visión obtuve sueños

Tengo pocos recuerdos de mi infancia. Algunos de ellos ni siquiera sé si ocurrieron de verdad y otros desearía en ocasiones que no hubieran ocurrido, pero todo lo que pasó explica el día de hoy y mi forma de ver el mundo, por lo que pasó lo que tuvo que pasar y estoy feliz. La idea de narrar acontecimientos de mi vida con significado viene de siempre, al menos que yo recuerde. Quizás por las ganas que tengo de que mi vida sirva al menos para ayudar a alguien que está perdido, que quiere sonreir o simplemente que se quiera sentir como yo.
Recuerdo la antigua casa de mis abuelos. Una casita antigua paralela a la Calle Margallo, en Cáceres. Recuerdo sus empinados escalones y su terraza con aquel monopatín por el que constantemente nos peleábamos mi primo y yo. Tendría alrededor de 3 y 4 años, son los recuerdos más viejos que poseo, todo un tesoro a mi parecer. Recuerdo el brasero de picón y los antiguos muebles que le daban un aspecto mágico a la casa. Era una casa de valor histórico, quizás gracias a la casa de mis abuelos empezara mi imaginación a flotar por el aire. Era un lugar propicio para ello, ya que al ser niños cualquier cosa que se salga de lo normal te parecía fantástica. No es para menos, ya que mi primo y yo solíamos decir que había algo que se movía por los tejados de la casa de enfrente. Para nada lejos de la realidad, puesto que descubrimos que en aquella casa vivía una mujer mayor que tenía un mono y por las noches se escapaba y se subía a los tejados. Una de esas noches lo vimos claramente, era algo desconocido por lo que tenías mezcla de aventurero, por descubrir algo supongo, y mezcla de miedo por ver algo nuevo.
Mi mente desde los albores de mi vida ha divagado entre la fantasía y la expeculación. Cuando un niño veía un suceso anómalo en el aire imaginaría, como es lo normal, que fuera un superhéroe, un avión a reacción del ejército o una nave espacial con destino a la Luna, todos querían ser astronautas. Pero yo pensaba e imaginaba que se trataba de un objeto volante no identificado, OVNI. Desde muy pequeño tengo esa idea en la cabeza, ya está inoculada en mí. Mi padre siempre se ha interesado pos esos temas, por lo que nací cuando poseía una extensa colección de revistas del Más allá y Año cero y con una respetable enciclopedia visual y escrita de la parapsicología y el ocultismo. No es de extrañar que cada noche me costara dormir creyendo que había monstruos de esa índole merodeando por ahi. y nació uno de mis primeros sueños; descubrir la verdad que se oculta tras todas estas historias de fenómenos extraños.
A los cinco años comencé en la moda inmortal del fútbol. Mi tio llevaría a un grupo de niños en nombre del Extremadura para enseñarles al jugar al fútbol. Mi primo me llamó y me dijo si quería acompañarle a los entrenamientos, y no sabía muy bien cómo se jugaba, accedí y fui de portero. En casa la noticia gustó bastante, ya que me compraron la equipación de Paco Buyo, con tantas almohadillas que parecía Robocop. Era bastante malo, de portero me defendía ya que con esa edad los niños ni por asomo eran capaces de levantar el balón del suelo y no me costaba entonces parar los tiros a puerta. Al final llegó el último día, como el último día de escuela que haces una función para padres, pues en este caso fue un partido. Algo caótico y raro, puesto que me entrené como portero pero no me puse en la portería en el partido. Asi que se podía ver a un niño con la equipación de Paco Buyo jugando como jugador. El equipo contrario se adelantó con un gol penoso, un barullo en el área lleno de patadas por todos lados y el balón sin guía decidió entrar en la portería de mi equipo. El tiempo se agotaba y llegó la ocasión, el momento de gloria, el momento de la verdad. El balón llegó a mis pies, nunca había entrenado los pies, por lo que era lento y patoso, pero iba solo contra la portería y los contrarios ya corrían hacia mí para defender. Delante mía solo estaba un jugador de mi equipo y la portería. Samuel, que era el jugador más avanzado de todos, estaba adelantado y completamente solo, yo quería la gloria sea dicha con mayúsculas pero veía que no era lo suficientemente rápido como para dejar atrás a la defensa. Lo importante es el objetivo, pensé yo, y pasé la pelota a samuel que finalizó con éxito y empatamos el partido, fin del encuentro. Desde aquel mismo instante pensé-Nadie volverá a ser más rápido que yo, ni siquiera cuando el balón esté en mis pies- Quizás fuera este pensamiento el que hizo brotar de repente una habilidad desconocida en mí, una facultad innata, el fútbol corría por mis venas y el balón corría pegado a mi pie sin que nadie pudiera cogerme. Surgió mi segundo sueño: Ser el más grande.

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